jueves, 30 de marzo de 2017

Somos herederos del paradigma lineal que basa el proceso de aprender y enseñar en el traslado de información en un discurso descriptivo o narrativo ordenado: del libro de toda la vida, a la información instantánea por flashes con diferentes orígenes y a veces un poco abrumadora del paradigma hipertextual.

Esto nos ha situado en un nuevo panorama cultural: el de la sociedad del conocimiento, en la que, curiosamente, se acumulan más incertezas, porque en ella la resolución de los problemas parece no tener fin, de modo que se agolpa tal cantidad de información, que cuando una incógnita parece resuelta, se abre otra.

Llegar con cierta edad a este paradigma es, al menos en mi caso, en algunos momentos agobiante. Me encuentro en un momento de frontera: confío en el futuro y las nuevas tecnologías, y entiendo que para poder sobrevivir en este mundo de imprecisiones, necesitamos desarrollar estrategias cognitivas nuevas, que nuestros hijos han adquirido prácticamente en el momento de nacer.

A veces no puedo negar que echo de menos la lentitud del libro, el ambiente especial que se crea entre el papel escrito, y el lector: la absoluta confianza en lo que se lee, porque parece que la tinta nunca puede equivocarse o engañarnos ¡bendita inocencia! A pesar de creer incondicionalmente en las nuevas tecnologías y en este nuevo modo de cultura, tengo que confesar que las muchas posibilidades que se abren, a veces me asustan y me hacen desconfiar. Porque para los que fuimos educados en la sociedad cartesiana de la certeza absoluta, resulta complicado en algunos momentos abrirse a la posibilidad de que no hay una solución única y unívoca a los problemas, y que en muchos casos es posible una respuesta abierta.

Ha cambiado el modo de hacer ciencia y del conocimiento en general, de escribir un libro o de exponer o incluso crear una obra de arte y este nuevo paradigma se ajusta más a las características de esta nueva cultura de la hiperactividad y “hiperinformación” y del “hiperconocimiento” nacida de ella.

No quiero ser “añorica”[i] porque efectivamente creo en las nuevas tecnologías nos aportan muchísimo bueno.

Me gusta el arte contemporáneo, sobre todo el arte callejero o Street art (por eso el título del blog). Me gusta porque el arte callejero todavía sigue puro, sin contaminar por el mercado. La calle es el primer lienzo de muchos artistas, y el artista callejero no crea para vender, sino que lo ofrece desinteresado a todo el que quiera apreciarlo: su arte es gratuito (casi siempre). Muchas de las obras de esta tendencia son efímeras y no sería posible apreciarlas si antes un admirador de la obra o el propio artista no las hubieran fotografiado y colgado en la red.







[i] No busquéis esta palabra en el diccionario porque me la acabo de inventar de una mezcla entre añorada y quejica, lo mismo que hiperinformación o hiperconocimiento. Tomadlas como licencias poéticas.

2 comentarios:

  1. Hola Angeles, veo que eres toda una romantica. Te gusta las viejas costumbres y no deseas alterar tu zona de confort. Te entiendo y defiendo tus principios. Hay veces que no se debe desconfiar sinó averiguar "el más allá" que nos aporta el hipertexto. Un saludo

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  2. Aquí voy a hacer una defensa de Ángeles, que como añorica que es, no puede abandonar de dónde viene para saber adónde va. Y esto es algo muy sano. Estoy seguro de que Alicia quiso decir esto con que no te gusta salir de la zona de confort, y creo que hablo por Alicia y por mí también cuando digo que quizás esta asignatura te haya servido no para salir de la zona de confort, sino para ampliarla un poco. Un abrazo a las dos.

    B.

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